A veces, Carolina se pregunta si será una más entre todas las mujeres que pueblan la Tierra, si su caso no es excepcional, como siempre ha creído; o si las otras, como ella, también tienden a equivocarse cuando se entregan al amor en cuerpo y alma. Quizá ahí pueda estar la clave: en la forma de sentir, de vivir el amor con la pasión con que ella lo vive, lo que en su fuero interno considera algo absolutamente natural, y a la vez
imprescindible.
Sin embargo, esa es una convicción sólo a medias: su propia experiencia le resulta desconcertante; ha logrado que ella, escultora de prestigio y mujer de mundo, se vea inmersa en infinitas dudas.