Nos hemos acostumbrado a que los grandes descubrimientos de la antigüedad se basen exclusivamente en la materialidad (templos, casas, esculturas, pinturas, momias y todo tipo de objetos). Todos estos elementos se originan mentalmente, en la memoria colectiva de los pueblos que los producen. Quizá esta sea nuestra principal aspiración al abordar este libro con una mirada diferente, sin prejuicios, superando los convencionalismos, proponiendo con datos verificables con hechos.
Esta publicación profundiza en la experiencia de lo sagrado, se fundamenta en el misterio de lo que trasciende lo humano, en concepto donde la religiosidad experimenta lo cognitivo y lo emocional, variable en cada isla. Canarias presenta diferentes formas expresivas (variantes insulares) de arquitecturas disímiles, elementos materiales diversos, manifestaciones rupestres tipológicamente diferenciadas
Pero eso, es tan solo el cascarón, porque las ideas elementales o arquetipos presentan un sustrato común que heredamos del norte de África. La base de la religiosidad de los canarios parte de la observación de y en la naturaleza, del cosmos y su aparente movimiento, animista y politeísta, con cultos a los antepasados, sin importar el grado de complejidad socioeconómica, política y tecnológica. Por ello, no podemos añadir una etiqueta simple más allá de su propia heterogeneidad conceptual.
La existencia de ciertos patrones territoriales nos permite advertir que cada uno de los lugares, elegidos como puntos fijos, disponen de una conexión directa con lo celestial; se convierte en un umbral que conecta directamente con el cosmos a través de un punto de ruptura o manifestación de lo sagrado sobre un elemento topográfico relevante en sincronía con la irrupción de una hierofanía establecida por los posicionamientos solares en los tiempos considerados sagrados (solsticios y equinoccios). Estos patrones (de orden espacio-temporal) sirven para identificar conceptos socialmente aceptados de la religiosidad de nuestros antepasados.