Una atmósfera perturbadora, unos personajes que se desvelan de a poco y una escritura que envuelve al lector: he aquí el secreto de una novela destinada al éxito. Zach Gilchrist es un cuarentón que ha tocado fondo. Al borde de la ruina económica y emocional, lo único que le queda es su pasión por el arte de Charles Aubrey, un conocido pintor al que su abuela presumía de haber conocido en los años treinta durante unas vacaciones en Dorset. Dispuesto a contar la verdadera historia de de Aubrey, Zach viaja hacia las costas escarpadas de la región para seguir la pista del artista. Es ahí, entre brumas y acantilados, donde Zach conoce a Dimity, una mujer mayor y algo extravagante, que tiene mucho que contar. Sentado en la cocina de Dimity, Zach escucha y vuelve atrás en el tiempo, a cuando la anciana era aún una chiquilla y vivía en una chabola con su madre, conocida por ser la bruja del pueblo, mientras Aubrey y su familia descansaban en una mansión cercana. Así, poco a poco, el hombre llega a descubrir un hecho oculto durante años, un secreto y una obsesión que han marcado para siempre la vida de esa mujer y la de todos quienes rodearon a Aubrey.