Y al salir del baño, la ovación, cuatro golpes de baqueta, LA, RE, DO, SI, ese jodido y pegajoso riff de «Nasty Boys». Dos amplificadores ahogados, una batería desafinada por el solajero, una caja autoamplificada Semprini de los años 70, micrófonos viejos manchados de óxido y barras de labios anónimas. La insolencia de la juventud hecha música.
Esta es la verdadera historia de los Nasty Boys, una banda de rock nacida en Tenerife a principios de los noventa que tiene en su mano la conquista de la costa este de los EE.UU.
El relato de sus andanzas es delirante, al más puro estilo road movie, un libro que todo canario amante de la música debería leer.