La Medicina, desde los tiempos más remotos, ha estado relacionado con la ética, porque su objetivo, por encima de cualquier otro, siempre ha sido conseguir el bien del ser humano enfermo, según el principio hipocrático de Primum non nocere, es decir ante todo, no hacer daño. Pero, ¿ante una enfermedad terminal, cuando no es posible una curación, ¿qué es lo más adecuado hacer para beneficiar al enfermo? ¿Cómo elegir entre lo correcto y lo incorrecto, cómo aplicar los principios éticos y diferenciar lo bueno de lo que es malo? Cuando entran en juego los problemas existenciales de la vida y de la muerte, la responsabilidad de la oncóloga Mari Méndez, protagonista de la novela, aumenta y esta búsqueda se hace más complicada. ¿Su obediencia a la autoridad la llevará a traicionar sus pacientes, obedeciendo a las órdenes del hospital o luchará para atenderlos? La autora aborda el delicado tema de la eutanasia, y a través de ello, inspira reflexiones más amplias sobre el papel del testamento vital, la percepción y capacidad personal de decidir sobre nuestras vidas, porque solo si aceptamos nuestra finitud, seremos capaces de vivir una relación más sana con la vida y con la muerte.