Sigo sentado frente al cuadro que pintó mi abuelo y como no se ve lo que hay más allí de la puerta abierta por donde entra la Iuz, puedo imaginar que en ese entorno se encuentra la ciudad real o bien que no existe nada, igual que en el tiempo en que el conquistador decidió fundarla. No me cabe la menor duda de que la luz que había en aquel momento y la que hay ahora puede ser la misma y que ésta se repitió durante muchos días iguales. Los días que la vieron crecer y que disfrutaron otros habitantes que consumieron aquí sus idas. No tengo constancia de Sus emociones, pero no debieron de ser muy diferentes de las mías; de esta manera concluyo que hacer la historia de la ciudad a través de mi propia historia no se diferenciaría mucho de la que hubiera hecho otro de sus habitantes en cualquier otro tiempo.