En las últimas décadas la ciencia ha hecho grandes avances en el descubrimiento de los ancestros biológicos del hombre. Casi diariamente se encuentran huellas de homínidos que van armando, poco a poco, el árbol genealógico con los antepasados de nuestra especie. Sin embargo, en la visión de la Teosofía, el hombre no es el cuerpo, pues el cuerpo no es más que el vestido que el hombre lleva. Annie Besant, discípula directa de Helena P. Blavatsky, afirma que el hombre jamás podrá ser comprendido si de su genealogía excluimos al espíritu que lo hace eterno, y a la inteligencia que es un aspecto de este espíritu, el cual se diferencia en este mundo de materia, y se manifiesta como intelecto y como mente. En las enseñanzas Teosóficas, las cuales nos han sido legadas por los grandes Rishis del pasado, y además, apoyadas, comprobadas y perpetuadas en las escrituras de todas las grandes religiones del mundo, el estudiante puede hallar una genealogía más verdadera que trata de cada una de las partes de la naturaleza del hombre. En cuatro conferencias magistrales que han sido reunidas bajo el título "Genealogía del Ho