Ése fue el peor verano que yo recuerde, aunque hubo algunas cosas buenas. A mi padre le indultaron de la pena de muerte y lo trasladaron de la prisión de Málaga al penal del Puerto de Santa María en Cádiz, y allí había ido mi madre para intentar verlo. A nosotros nos cuidaba la tía Victoria, la hermana pequeña de mi madre, que era una pesada. Por suerte, Salvador nos entretenía con sus historias de marino y pirata, aventuras que luego yo escribía en mi cuaderno de tapas negras. Y ocurrieron más cosas, como el secuestro de nuestro amigo Mohamed. Pero no quiero adelantar