¡Hogar, dulce hogar! Era una gris y perezosa mañana de domingo, y en casa Silver todos dormíamos como murciélagos. Bueno, todos menos Rebecca, que se había despertado a las siete y había salido a pasear (¿ esta chica no descansa nunca, o qué?). De pronto, algo nos puso a todos en pie: una paloma mensajera había traído noticias frescas (y fantasmagóricas) para mí.