Con minuciosidad maniática, Ware vive abismado en una tarea titánica: traducir el mundo a su particular lenguaje: recurre al rico pasado de la Historieta estadounidense, a la herencia gráfica de décadas pretéritas y, desde ese lenguaje, propone un alfabeto nuevo, complejo, para el que recupera la belleza de las imágenes olvidadas; con él, elabora una intrincada gramática que recoge dolor, melancolía y ausencia para transformar el todo en una estimulante poética contemporánea.